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Cándida es una mujer increíble, con una fuerza pocas veces vista. Lúcida, alegre y con una voz angelical.

La primera vez que hablé con ella me sorprendió mucho saber que nació en 1933, tan solo 5 años después del descubrimiento de la Penicilina. Para entender un poco lo vivido por esta gran mujer, si me lo permiten, les marcaré algunos hechos importantes que sucedieron desde entonces: la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial, el nacimiento de la ONU, el asesinato de Gandhi, la Revolución Cubana, el asesinato de JFK y Martin Luther King, Neil Armstrong llega la Luna en plena Guerra Fría, la caída del muro de Berlín, la guerra del Golfo, Nelson Mandela presidente de Sudáfrica…y todo esto es hasta el año 1994. Además ha vivido toda la era tecnológica y los grandes cambios sociales de España y el resto del mundo.

Cándida nació en Valencia. Sus padres tenían campos y ovejas, ella se levantaba al amanecer y llevaba el rebaño al monte y no regresaba hasta el anochecer. Así estuvo hasta los 13 años, cuando decidió cambiar de aires y por un sueldo mejor, se trasladó al centro de Valencia para vivir de interna limpiando una casa. Ahí le pagaban 35 pesetas al mes, trabajando las 24 horas, los 7 días de la semana. He de aclarar que Cándida no fue a la escuela; por lo tanto, su vida ha sido de un sacrificio a otro.

Cansada de trabajar por un sueldo escaso, a los 3 años de limpiar esa casa, se le presentó la oportunidad de mejorar su sueldo en Barcelona; y allí se fue a la edad de 16 años. En Barna, hacía lo mismo que en Valencia, pero por 75 pesetas al mes. A los 20 años, cansada de hacer el trabajo a una sola familia, decide independizarse y hacer lo que hacía por cuenta propia; así podría optar a mejor sueldo y algo más de libertad, consiguiendo pisos y oficinas.

Mientras limpia, ahora por horas y viviendo en un pequeño piso alquilado, decide ampliar su jornada laboral y encuentra un trabajo en una pescadería. Aquí se levantaba muy temprano para ir a la lonja a comprar el pescado que luego vendería fresco en la pescadería.

Así estuvo 5 largos años, prácticamente sin descanso. Como era poco para ella, aprende a tejer y en sus ratos libres, se saca unas pesetas extra tejiendo por encargos. Y por si fuera poco, cuidaba a enfermos; tanto en hospitales como a particulares.

Entre tanto, seguía limpiando y un buen día, en una de esas casas, conoce a un pintor, muy guapo y divertido. Aunque no me lo dijo, imagino que saltaron chispas. Al poco tiempo se casaron, tuvieron un hijo y se compraron un piso. Estuvo casada 16 años, hasta que enviudó. Su marido muere de un infarto, quedándose otra vez sola, con un hijo de 10 años y sin dinero.

Pasaron años muy duros, hasta que un día conoce a un camionero sevillano, que pasaba por Barcelona. Entre tanto, su hijo se casa y Cándida se queda sola en el piso, por lo que decide irse a vivir a Sevilla, donde se casa por segunda vez.

Fueron muy felices en Fuentes de Andalucía. Allí pasaron juntos alegrías y tristezas hasta que la vida le dio otra mala noticia a Cándida: su compañero sentimental muere de cáncer de pulmón.

Destrozada y muy triste decide volver a Barcelona. Allí se queda varios años, hasta que la crisis golpea nuevamente España. Su hijo pierde el negocio y se queda sin empleo. La madre le ofrece quedarse en su casa de Barcelona y ella regresa a Sevilla, ya que aún conservaba la casa.

Ella es totalmente independiente, feliz, lúcida, inteligente, y cuando me cuenta su vida, presto total atención, ya que para alguien como yo, ver y entender el paso de los años y la vida a través de los ojos de alguien como Cándida, es maravilloso.

Esta gran mujer se ha pasado más de 20 años garabateando un cuadernito, dando forma a su idea, pensando y analizando mejoras. Entre medias, ha ido avanzando las tecnologías y han ido apareciendo nuevos y mejores materiales. Créanse que Cándida está al corriente de todo, no ha parado hasta encontrar el mejor adhesivo para su proyecto.

Por lo tanto, me enorgullece en presentarles una idea pensada y realizada por una mujer increíble y muy animosa, alguien que si bien ha sufrido, no ha dejado de luchar ni de pensar en el prójimo.

Cándida me hace sentir de maravilla, para mí es un verdadero placer poder contar con ella y de presentarles su invento.

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